Mariátegui en el siglo XXI-1
2025-02-02 14:46:29
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Mariátegui en el siglo XXI (Lima: Viuda de Mariátegui e Hijos S.A.; Librería Editorial Minerva-Miraflores, 2012)摘录

Comp. Sara Beatriz Guardia

p17 (Saúl Peña Kolenkautsky, Vigencia de José Carlos Mariátegui, pp.15-20)

soy consciente de la importancia del vínculo primigenio entre Mariátegui y el psicoanálisis, su desarrollo, valoración y sustento. En el primer número de a revista Amauta publica Resistencias al psicoanálisis que podrían traducirse en profundidad como resistencias al inconsciente, reconociendo a Freud como el revolucionario del alma humana, con quien se emparentaba dialécticamente manteniendo su identidad, autonomía y diferencia; aspectos comunes a la ideología mariateguista y a la freudiana en la esencia y la expresión profunda que se sustenta en su filosofía, praxis y en lo que denomino ideología inconsciente.

Mariátegui anota que la interpretación económica de la historia es un psicoanálisis generalizado del espíritu social y político.

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El marxismo para Mariátegui es una especie de psicoanálisis del espíritu socio político.

P24 (Samuel Sosa Fuentes, La actual crisis sistémica del capitalismo y de la racionalidad eurocéntrica: repensar a José Carlos Mariátegui, por una epistemología indoamericana de Nuestra América, pp.21-47)

A pesar de que el actual contexto de crisis global del capitalismo neoliberal ha cambiado, de manera cuantitativa y cualitativa, en relación al período y fase capitalista del tiempo social e histórico del Gran Amauta, no obstante sus reflexiones sobre la crisis mundial capitalista y de la crisis de la ideología de dominación imperialista, hoy día, en nuestro presente caracterizado por un sistema mundial cada vez más convulsionado por múltiples manifestaciones de desigualdad y exclusión socio-económica que tienden a estallar en escenarios de ingobernabilidad y graves conflictos sociales, de desastre sociedad-naturaleza y en el deterioro de las condiciones sociales y calidad de vida, comprueban la excepcional vigencia y certidumbre de originalidad de su pensamiento de impronta latinoamericana.

“Sobre la necesidad de difundir el conocimiento de la crisis mundial… explicar al pueblo que… en esta gran crisis contemporánea no es un espectador; es un actor… La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de las instituciones de la civilización occidental. Y el Perú, como los demás pueblos de América, gira dentro de la órbita de esta civilización, no sólo porque se trata de países políticamente independientes pero económicamente coloniales, ligados al carro del capitalismo británico, del capitalismo americano o del capitalismo

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francés, sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son, precisamente, estas instituciones democráticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos también, las que en Europa están ahora en un periodo de crisis definitiva, de crisis total… La crisis mundial es, pues, crisis económica y crisis política. Y es, además, sobre todo, crisis ideológica… Éste es, indudablemente, el síntoma más grave de la crisis, es el indicio más definido y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis integralmente la civilización” (José Carlos Mariátegui, “La crisis mundial y el proletariado peruano”, en José Carlos Mariátegui, Obra Política, México: Ediciones Era, 1979, pp.49-50 y 55.).

En efecto, la actual crisis del modelo económico-político neoliberal y la profunda crisis financiera del capitalismo mundial, fue un proceso social sumamente complejo que produjo una nueva realidad política de la sociedad internacional y una nueva transformación de las relaciones socio-culturales mundiales. Pero, sobre todo, ha producido una gran crisis sistémica y estructural que ha afectado a la política, a la economía, a la vida social y existencial y, particularmente, a los valores y modos de ser de las culturas y las identidades sociales a escala mundial. En realidad, vivimos y asistimos al fin de una época y estamos ante la presencia de una profunda bifurcación histórica – en el tiempo y en el espacio – de las diversas formas y dilemas de coexistencia y/o supervivencia del proceso civilizador mundial que, como señalara José Carlos Mariátegui hace mas de 80 años, han puesto en riesgo global a la existencia de la civilización humana. Decimos crisis civilizatoria, cuando el seguimiento de los acontecimientos cotidianos en todos los Estado-nación del sistema mundial, muestra, entre otros factores, las contradicciones antagónicas que se dan entre el modelo productivo dominante y la resistencia y creatividad de los imaginarios sociales colectivos que se le oponen: el modelo productivo y cultural neoliberal que reduce a la cultura a una simple mercancía del mercado y tiende a la homogenización universal del consumo cultural y la cultura del consumo, el que niega la importancia de la diversidad cultural para desarrollo, el que sigue legitimando un desarrollo identificado sólo con el crecimiento de la producción y acumulación de capital, que sólo ha redundado en el aumento de la miseria de la mayor parte de la población mundial en proporciones nunca antes vistas, el que quiere imponer su modelo de democracia y libertad a todo el planeta, material la dimensión prioritaria del sistema social de vida y convierte al mundo en una inmensa maquinaria de selección-exclusión.

No obstante, una de las características más importantes de la actual crisis sistémica capitalista es el deterioro progresivo de la credibilidad de la política que ocupaba, en el pasado reciente, casi todo el espacio y tiempo de la vida social para gobernar, desarrollar y transformar la sociedad.

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El estado liberal interventor y sus funciones de control y organización del tiempo y el espacio político de la sociedad para gobernar, terminaron y culminaron con la crisis de la modernidad capitalista en su actual fase global neoliberal.

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Mariátegui en el Aniversario y Balance del segundo año de la revista Amauta advierte que:

“Esta civilización [occidental] conduce, con fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indoamérica, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; … Hace cien años, debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso ineluctablemente su compás. Libertad, Democracia, Parlamento, Soberanía del pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de entonces,procedían del repertorio europeo. La historia, sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de esas ideas, sino por la eficacia y genio con que las siriveron… No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra

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propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”.

Mariátegui, en su artículo “¿Existe un pensamiento hispanoamericano?”, señala:

“¿Existe un pensamiento característicamente hispano-americano? Me parece evidente la existencia de un pensamiento alemán, etc., en la cultura de Occidente. No me parece igualmente evidente, en el mismo sentido, la existencia de un pensamiento hispano-americano. Todos los pensadores de nuestra América se han educado en una escuela europea. No se siente en su obra el espíritu de la raza. La producción intelectual del continente carece de rasgos propios. No tiene contornos originales. El pensamiento hispano-americano no es generalmente sino una rapsodia compuesta con motivos y elementos del pensamiento europeo. Para comprobarlo basta revisar la obra de los más altos representantes de la inteligencia indo-íbera. El espíritu hispano-americano está en la elaboración. El continente, la raza, están en formación también”.

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si Nuestra América es una realidad diferente a otras, el canon del marxismo europeo en cuanto tal, no basta ni es suficiente para conocer, comprender e interpretar a nuestra América Latina.

En palabras de Adolfo Sánchez Vázquez:

“Mariátegui se enfrenta a una experiencia en cierto modo inédita en el marxismo latinoamericano: definir en términos marxistas la realidad nacional. Lo habitual era subsumir esa realidad en el marco de las categorías generales de un marxismo eurocéntrico en las que se borraba lo específico de las realidades nacionales… Pero, Mariátegui busca en esa realidad peruana lo específico, lo propio, y lo encuentra en la medida en que se vale de un marxismo inexistente en América Latina y que él mismo tiene que construir desembarazándolo no sólo del lastre eurocentrista de la Segunda Internacional sino también de la ceguera de la Tercera internacional para el hecho latinoamericano, no obstante el lugar que habían asignado a los pueblos de oprimidos, coloniales y dependientes, en la estrategia mundial. Producir el encuentro entre el marxismo y la realidad nacional constituye una necesidad vital para Mariátegui. Para él está claro que ‘el marxismo en cada país opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades’… La vinculación entre el indigenismo y el socialismo la establece Mariátegui no sólo con referencia al objetivo futuro socialista, sino también al volver la mirada sobre el pasado prehispánico en el que se destaca el papel que cumplieron las comunidades indígenas que sobreviven en el presente y que han creado hábitos de cooperación y solidaridad entre los campesinos cuya importancia para el socialismo subraya Mariátegui”.

Por último, Mariátegui, en una certera crítica y enérgica denuncia a aquellos intelectuales de izquierda y socialistas que aplican, en América Latina u otra región, el marxismo “como un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales”, dice:

“El socialismo era una doctrina internacional; pero su internacionalismo concluía en los confines de Occidente, en los límites de la civilización occidental. Los socialistas, los sindicalistas, hablaban de liberar a la

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humanidad; pero, prácticamente, no se interesaban sino por la humanidad occidental… Hombres occidentales, al fin y al cabo, educados dentro de los prejuicios de la civilización occidental, miraban a los trabajadores de Oriente como hombres bárbaros… Entonces no se hablaba de civilización occidental y civilizaciones orientales, sino se hablaban de civilización a secas. Entonces la cultura imperante no admitía la coexistencia de dos civilizaciones, no admitía la equivalencia de civilizaciones… Entonces, en los límites de la civilización occidental, comenzaba la barbarie egipcia, barbarie asiática, barbarie china, barbarie turca. Todo lo que no era occidental, todo lo que no era europeo, era bárbaro. Era natural, era lógico, por consiguiente, que dentro de esta atmósfera de ideas, el socialismo occidental, y el proletariado occidental, hubiesen hecho del internacionalismo una doctrina prácticamente europea… porque la doctrina socialista proletaria, constituían una creación, un producto de la civilización europea y occidental… La lucha social no tiene, pues, el mismo carácter en los pueblos de Occidente y en los pueblos de Oriente… Los problemas de los pueblos de Oriente son diferentes de los pueblos de Occidente. Y la doctrina socialista, es fruto de los problema de Occidente… La solución aparece donde existe el problema, la solución no puede ser planteada donde el problema no existe aún… La Tercera Internacional estimula y fomenta la insurrección de los pueblos de Oriente, aunque esta insurrección carezca de un carácter proletario y de clase” (José Carlos Mariátegui, “La agitación revolucionaria y socialista del mundo oriental”, en José Carlos Mariátegui, Obras. Tomo I, La Habana: Casa de las Américas, 1982, pp.280-281).

 
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