Mariátegui en el siglo XXI-3
2025-02-03 07:49:51
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José Carlos Mariátegui pronuncia diecisiete conferencias entre junio de 1923 y enero de 1924. Como ha señalado M. Sylvers constituyeron un balance de la nueva conciencia adquirida en Europa. El núcleo de todas ellas es la idea de la crisis de la civilización capitalista y de la actualidad de la revolución en Europa y en los países coloniales y semicoloniales.

En la visión de Mariátegui, la Primera Guerra Mundial constituyó el cambio principal ocurrido en la historia del siglo XX pues ponía fin al desarrollo pacífico del capitalismo y se producía la escisión entre socialistas y comunistas.

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Estamos viviendo un periodo donde está emergiendo un nuevo imaginario social. En un mundo cada vez más incierto, está asomando, sobre todo en América Latina, de manera lenta pero persistente, la perspectiva de otro horizonte de sentido, que puede resumirse en la noción de “bien vivir”. Es una revuelta contra el individualismo, la tecnocratización y la pérdida de sentido. De esta manera, se empiezan a recuperar tradiciones que habían sido subalternizadas y marginalizadas por el patrón de poder colonial/moderno.

El socialismo indo-americano de José Carlos Mariátegui implicaba ese nuevo imaginario social y se entroncaba con las tradiciones milenarias de los pueblos originarios de América.

El actual debate sobre el buen vivir puede ser enriquecido con las reflexiones de Mariátegui sobre el socialismo indo-americano.

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El núcleo central de su propuesta estaba dado por la descolonialidad de las relaciones de poder que se establecieron con la conquista europea de América.

P73 (Robert Paris, El evangelio del socialismo peruano, pp.71-121)

Alejandro Deustua… en 1912 lo llevó a publicar una obra dedicada a La cultura superior en Italia.

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según Antenor Orrego, antiguo colaborador de “Amauta”, “Mariátegui, que al dejar el Perú sólo era un escritor de simples acrobacias verbales, de cierta amoralidad liberada, al llegar a Europa, entró en contacto con el sufrimiento humano, con la gran tragedia universal en la cual se liquidaba una época”. Sin embargo, recientemente se ha manifestado otra tendencia que trata de revalorizar y, podríamos decir, rehabilitar este tipo de prehistoria representada por los años 1916-1919.

En el marco de la “prehistoria” peruana, se puede reservar con seguridad un lugar aparte al año 1919. Ya en la época de la experiencia de “Nuestra Época” y del efímero Comité de propaganda socialista de 1918, Mariátegui había empezado a abandonar buena parte de su esteticismo para orientarse, como su amigo Valdelomar, quien algunos años antes había desarrollado actividad política en apoyo de Billinghurst – hacia posiciones socialistas. En esta evolución, aparentemente un italiano – Remo Polastri –, tuvo un rol muy importante.

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Las grandes huelgas en el Perú en 1919 y el movimiento de la Reforma Universitaria – iniciado en Córdoba, Argentina el 15 de junio de 1918 y que sólo entonces comienza a embestir al Perú – evidentemente constituyen una etapa decisiva para Mariátegui.

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no olvidamos que para volver a América Latina, el sociólogo argentino José Ingenieros – junto con Alfredo Palacios, líder intelectual de la “nueva generación latinoamericana” a la cual pertenece Mariátegui – no dudaba de declarar en 1923 que consideraba un “gran honor” el hecho de haber sido discípulo de Croce en su juventud”.

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En la misma época, otro periodista peruano, Gastón Roger, empieza a publicar en “Mundial” una crónica titulada Peruanicemos el Perú, que se convertirá en verso e incluso en lema – tanto que aun dos años después en la misma revista aparecerá un artículo titulado Musicalicemos el Perú. Es en el cuadro de la crónica “tan brillantemente inaugurada” por Gastón Roger que empiezan a aparecer las primeras investigaciones sobre la realidad peruana que constituirán los Siete Ensayos.

Basta mencionar aquí las obras de César Ugarte sobre la economía peruana, de Abelardo Solís sobre el problema agrario, de Castro Pozo sobre las comunidades indígenas y de Basadre sobre la historia del Perú, por no mencionar el programa del Apra titulado “El abecé de la peruanización del Perú”.

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Una obra como aquella de González Prada – y particularmente después de su adhesión a los ideales anárquicos, textos como Nuestros Indios (1904) y El Intelectual y el Obrero (1905) – son testimonios bastante significativos de la inquietud que empieza a insinuarse dentro de ciertos grupos, aun muy limitados.

En este punto se da relieve específico a la figura de Víctor Andrés Belaunde, quien luego de publicar un interesante ensayo de “sociología jurídica peruana” dedicado al Perú incaico en 1908, en 1912 escribe para “La Ilustración Peruana” una serie de artículos sobre la “psicología nacional” y en 1917, para “El Perú” algunos capítulos de un estudio que está preparando, La realidad nacional, obra que solo verá la luz en París en 1931, después de la publicación de los Siete Ensayos y será tan notable que el título de la primera parte será En Torno al Último Libro de Mariátegui.

Nos parece que una clave principal de los Siete Ensayos de Mariátegui aparece, por el contrario, en la obra de Francisco García Calderón, El Perú Contemporáneo, publicada en 1907 con los auspicios de la Sociedad de Sociología de París.

La mayoría de los problemas afrontados

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por el ensayo de García Calderón son los mismos que encontrará Mariátegui casi veinte años después.

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La derrota de 1881 privará al Perú de la región de Tarapacá y las provincias de Tacna y Arica, y provoca los mismos derrumbes que conoció Francia después de la derrota de 1871 mientras aquí florecen textos como La reforma intelectual y moral de Renan, tendientes a hacer ciertas revisiones, en el Perú la crisis moral que sigue a la derrota lleva a algunos a investigar al mismo tiempo la causa de las debilidades nacionales o algún motivo de esperanza. No es casualidad que el grito de alarma vuelva a ser lanzado por González Prada, admirador, como se sabe, de Renan: Con las masas libres pero indisciplinadas de la Revolución, Francia ha marchado hacia la victoria; con los ejércitos de indios disciplinados, pero sin libertad, Perú siempre irá hacia la ruina. Si al indio lo hemos convertido en siervo, ¿a qué patria defenderá? De hecho, no se trata, si se quiere vencer, más que de liberar al Perú «real»: «No constituyen el

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verdadero Perú los grupos de criollos y extranjeros que viven sobre la faja de tierra entre el Pacífico y los Andes; la nación está constituida por las multitudes de indios diseminados sobre la faja oriental de la cordillera» (González Prada, “Discurso en el Politeama”, 28 julio 1888, en Páginas libres).

Mientras obras literarias como la novela de Clorinda Matto de Turner Aves sin nido (1889), contemporánea al discurso que acabamos de citar, denuncian la tiranía del clero y los latifundistas y la explotación de los indios, naturalmente González Prada sigue expresando las protestas más enérgicas en el período que termina con la primera guerra mundial, pero sin lograr formular un programa concreto.

El indio sólo logrará emanciparse con la violencia liberadora: «Al indio no se le predica humildad y resignación sino orgullo y rebelión».

En el mejor de los casos – el ejemplo de la Asociación Pro-Indígena, constituida en 1909 por personalidades preparadas como Pedro Zulen, su esposa Dora Mayer, Pedro Irigoyen, Víctor Andŕes Belaunde – la experiencia acaba acelerando el despertar indígena.

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Las últimas páginas del análisis de Belaunde sobre los Siete Ensayos se empeñan en demoler una tesis que realmente no existe en Mariátegui: «Por tendencia natural, por alarde demagógico, el programa socialista se convirtió en el programa del indigenismo radical. El indio no es parte esencial de la nacionalidad, es la nacionalidad en sí», lo que significa reducir las posiciones de Mariátegui a aquellas de Valcárcel e identificar el socialismo de los Siete Ensayos con al andinismo de Tempestad en los Andes o del periódico La Sierra Ahora, por el contrario, una de las causas principales del desacuerdo que enfrentará al Partido Socialista peruano y los representantes de la Internacional comunista en la Conferencia de Buenos Aires (junio, 1929) consistirá exactamente en el rechazo de Mariátegui y sus amigos a aplicar a los indios en función de «asuntos nacionales» para atenerse rigurosamente a la definición de la «explotación feudal de los nativos en la gran propiedad agrícola».

Tal lapsus es tanto más sorprendente en un lector atento como Belaunde.

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De hecho, son los indigenistas los que ponen el problema del indio como «cuestión nacional». Rompiendo con la tradición humanitaria de Clorinda Matto de Turner, cierto número de obras literarias y ensayos sociológicos empiezan a interpretar una nueva realidad, representada por el «nuevo indio» y por las masas indígenas que se ponen en movimiento y empiezan a irrumpir en la vida nacional como fuerza autónoma, bajo el impulso del desarrollo capitalista o, si se prefiere, de la penetración imperialista.

Si es verdad que el Apra quiso reivindicar ante todo al cholo, al mestizo, igualmente es cierto que el indigenismo es también, y sobre todo, expresión de un movimiento real. No por casualidad la mayor parte de los indigenistas provienen de provincias meridionales, es decir, zonas del Perú donde a inicios de los años 20 las comunidades indígenas aún están intactas.

 
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